top of page

El giro que no debía ser: crónica de un choque en el corazón de Tijuana

  • Foto del escritor: Buzo Caperuzo
    Buzo Caperuzo
  • 4 jul
  • 2 Min. de lectura
El giro que no debía ser: crónica de un choque en el corazón de Tijuana
Fotografía: Chris Noyola | #BorderZoom
- En el centro de la ciudad, donde cada calle carga con historias viejas y ruidos nuevos, un taxi torció más que el volante: torció el rumbo de tres vehículos, y el de una tarde cualquiera que ya no fue igual.

Tijuana-. El reloj aún no marcaba la hora pico, pero el movimiento en la Zona Centro de Tijuana ya era el de siempre: tránsito lento, cláxones impacientes, pasos que se cruzan con las prisas. En la calle 11, justo en el cruce con el callejón Rosales, un taxi de ruta intentó dar vuelta. Quizá con la prisa de llegar a tiempo a su próximo pasaje. Quizá con la costumbre de conocer cada atajo como si fuera su casa. Pero esta vez, el cálculo fue erróneo.


Impactó un Ford, como si el destino le hubiera salido al paso. Y el golpe fue más que ruido: fue el principio de una pequeña cadena de colisiones. Como piezas de dominó, el taxi terminó empujando al Ford y luego, ambos alcanzaron un tercer vehículo, que esperaba en silencio, estacionado, confiado en su inmovilidad.

Fotografía: Chris Noyola | #BorderZoom
Fotografía: Chris Noyola | #BorderZoom

El estruendo atrajo miradas. Algunos se asomaron desde negocios cercanos, otros interrumpieron su camino. Hubo quien sacó el celular para grabar, y quien simplemente observó, con la resignación de quien ha visto ese tipo de accidentes más veces de las que quisiera.


Los agentes municipales llegaron poco después. Tomaron notas, hicieron preguntas, midieron distancias. El sol empezaba a caer y entre los reflejos de los parabrisas golpeados, el taxi parecía un testigo arrepentido de su propio exceso de confianza.

Fotografía: Chris Noyola | #BorderZoom
Fotografía: Chris Noyola | #BorderZoom

No hubo heridos. Solo láminas dobladas, cristales estrellados y el inevitable papeleo. Pero lo más inquietante fue la ausencia: el dueño del auto estacionado aún no aparecía. Y aunque nadie lo vio, en algún punto de la ciudad, un hombre o una mujer seguía con su día sin saber que su automóvil estaba en medio de una historia que no pidió protagonizar.


Así terminó la escena: sin sirenas, sin drama... pero con las huellas invisibles de una tarde común, interrumpida por un giro mal hecho. Porque a veces, en Tijuana, la ciudad que nunca duerme, basta un segundo para que el volante de un taxi dibuje el siguiente accidente.

ree

Comentarios


BannerPublicidad.png
bottom of page