Una frontera estática: El Chaparral, entre la prisa y la resignación
- Buzo Caperuzo
- 1 ago
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Tijuana, B.C. —La tarde se fue oscureciendo entre luces rojas de freno y el sonido intermitente de claxon. Como si el tiempo también hiciera fila, cientos de automovilistas quedaron atrapados en una larga espera para cruzar de San Diego a Tijuana por la garita de El Chaparral.

Desde las 6:00 de la tarde, el congestionamiento sobre el Freeway 5 comenzó a alargarse sin tregua. Los vehículos se alinearon en un lento peregrinar metálico, extendiendo la espera hasta por hora y media.

Algunos conductores, resignados, encendieron el aire acondicionado y pusieron música; otros bajaron las ventanas para mirar a los vendedores que se desplazaban entre los autos, con aguas, dulces y cigarros como únicas distracciones.

No hubo incidente que lo provocara. Solo el ritmo natural —y a veces cruel— de una frontera saturada un viernes por la noche. Para quienes intentaban regresar a casa, el cruce se convirtió en un limbo móvil, donde la única certeza era la lentitud.

Mientras las luces de Tijuana parpadeaban a lo lejos, la ciudad parecía esperar también. Porque cruzar, aquí, nunca es solo cuestión de kilómetros: es tiempo, es rutina, es parte de la vida.
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