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Treinta minutos bajo el metal

  • Foto del escritor: Buzo Caperuzo
    Buzo Caperuzo
  • hace 5 días
  • 1 Min. de lectura
Treinta minutos bajo el metal

Tijuana-. El amanecer apenas despuntaba sobre el bulevar Lázaro Cárdenas cuando el rugido de un motor quebró la rutina. Un estruendo seco, un giro imposible y luego el caos: una camioneta blanca tipo caja seca quedó volcada, su estructura deformada, el metal aún vibrando por el golpe. Dentro, un hombre de unos 40 años permanecía atrapado, con el cuerpo aprisionado entre los fierros, la respiración corta y los ojos abiertos hacia un cielo que apenas empezaba a clarear.


Frente a la escena, un Dodge Nitro gris —el vehículo que habría brincado el camellón central— se encontraba detenido unos metros adelante, su parte frontal convertida en ruina. De acuerdo con testigos, el conductor perdió el control y cruzó el carril contrario antes del impacto frontal.

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Bomberos, paramédicos y voluntarios trabajaron a contrarreloj. Las “quijadas de la vida” mordieron la carrocería mientras el aire olía a gasolina, caucho quemado y polvo. Cada chasquido del metal cediendo era una pequeña victoria contra el tiempo. Treinta minutos después, el cuerpo del conductor fue liberado. Estaba consciente, aunque quebrado: fracturas múltiples, rostro pálido, manos temblorosas. Fue estabilizado entre las sirenas y trasladado al hospital.


El otro conductor, ileso, fue detenido en el lugar y entregado a la Fiscalía. Un oficial de policía, que cargaba combustible frente a la estación cercana, fue testigo del instante exacto: “El Dodge brincó el camellón, no hubo forma de evitarlo.”

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Cuando la ambulancia partió, el bulevar aún estaba cubierto de fragmentos de vidrio y de un silencio espeso. Los curiosos seguían mirando la caja seca volcada, como si intentaran descifrar en ese amasijo de metal la delgada línea que separa la rutina del desastre.

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