El viaje que no fue: camión de transporte se vuelca sin pasajeros
- Buzo Caperuzo
- 17 jul
- 2 Min. de lectura

Tijuana, B.C. – Era un tramo más del Corredor 2000, ese extenso camino que une la periferia con las fábricas, las casas y los sueños del trabajador cotidiano. La tarde avanzaba con una ligera lluvia cuando, a unos metros de la plaza Sendero, la tierra se sacudió con un estruendo metálico.
Un camión de transporte de personal de la empresa Settepi yacía volcado sobre el pavimento. Solo él, su chofer, y el silencio. No había gritos ni vidrios rotos salpicados de pánico colectivo. Era un accidente sin tragedia aparente, pero con una historia que merece contarse.

El conductor, hombre de rostro cansado y uniforme arrugado, quedó dentro del vehículo, con la cabeza aún dando vueltas, no por el golpe, sino por lo que pudo haber sido. No llevaba pasaje. Ninguna obrera dormida en los asientos del fondo. Ningún trabajador de madrugada repitiendo mentalmente su jornada.
Al lugar acudieron elementos del cuerpo de bomberos, no para rescatar vidas, sino para prevenir que la situación se volviera más grave. Atendieron al chofer, revisaron que no hubiera derrame de combustible, y acordonaron la zona con la experiencia de quienes han visto demasiado.

Lo que pudo haber sido una catástrofe colectiva, fue, esta vez, un recordatorio: las rutas laborales que recorren cientos de kilómetros al día son sostenidas por personas que cargan no solo con cuerpos, sino con responsabilidades, presiones y horarios que a veces rebasan la prudencia.
No se reportaron lesiones graves. No hubo víctimas fatales. Pero en cada vuelco, aunque no haya sangre, hay una historia. Y en este caso, fue la de un conductor solo, en una unidad que debía mover vidas y terminó besando el asfalto de una ciudad que no siempre ve a los que la hacen moverse.
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