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Cuando la rutina escolar se topa con el acero: el accidente que recordó la fragilidad del transporte universitario en Tijuana

  • Foto del escritor: Buzo Caperuzo
    Buzo Caperuzo
  • 17 sept
  • 2 Min. de lectura
Cuando la rutina escolar se topa con el acero: el accidente que recordó la fragilidad del transporte universitario en Tijuana

Tijuana-. Eran apenas las 7:30 de la mañana de este miércoles 17 de septiembre cuando el transporte violeta, cargado con 27 estudiantes de la UABC Valle de las Palmas, avanzaba por la carretera libre Tijuana–Tecate. En los asientos, jóvenes con mochilas, audífonos y sueños de futuro conversaban sobre exámenes, prácticas y el cansancio habitual de la vida universitaria. Nada parecía alterar la rutina hasta que, en un instante, el sonido metálico de un impacto los sacó de la normalidad.


El autobús se había estrellado contra un Nissan Máxima, conducido por un hombre de la tercera edad. Por fortuna, el accidente no dejó heridos. Pero, más allá de las estadísticas oficiales —un parte de la Guardia Nacional, paramédicos que confirmaron “sin lesiones”—, el episodio reveló algo que rara vez se discute: la vulnerabilidad del transporte universitario en la región.

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No era la primera vez que un vehículo de este tipo, los llamados “transportes violetas”, se veía involucrado en un percance. Para miles de estudiantes que recorren a diario kilómetros de carretera hacia Valle de las Palmas, estos camiones son su única opción. Subirse a ellos significa confiar en que llegarán a salvo, pese a carreteras saturadas, choferes sobrecargados de horas y unidades que no siempre reciben el mantenimiento ideal.


Dentro del autobús, algunos estudiantes bajaron con las manos aún temblorosas, otros bromeaban para aliviar el miedo. Uno de ellos resumió el sentimiento colectivo: “Hoy no pasó nada grave, pero pudo ser diferente. ¿Quién nos garantiza que mañana no seamos noticia por una tragedia?”

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El accidente de este miércoles será clasificado como “menor” en los registros oficiales: dos vehículos dañados, tránsito lento en la zona, y ningún herido que lamentar. Pero en la memoria de los pasajeros quedará como un recordatorio de que el trayecto hacia la educación, en una ciudad como Tijuana, también puede ser un acto de fe.


Y en esa pregunta suspendida en el aire —¿qué pasará cuando la suerte se agote?— se esconde la verdadera urgencia: repensar el sistema de transporte universitario, porque la educación no debería viajar al filo de la tragedia.

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