El viejo Chrysler en el cauce del Alamar
- Buzo Caperuzo
- hace 3 horas
- 1 Min. de lectura

Tijuana-. La noche se cerraba sobre Tijuana cuando un destello de faros se perdió bajo la Vía Rápida Alamar. En cuestión de segundos, el rugido del motor se transformó en eco. Un Chrysler plateado, conducido por un hombre de unos 65 años, había terminado en el fondo de la canalización del Río Alamar, ese lecho seco que alguna vez llevó agua verdadera y ahora solo refleja luces de paso.
El vehículo quedó detenido en mitad del cauce, torcido sobre el concreto húmedo. Desde la orilla, los curiosos miraban incrédulos el automóvil encajado entre las sombras. Algunos pensaron en exceso de velocidad, otros en una distracción; todos en lo mismo: cómo un simple desvío puede convertir la ciudad en escenario improbable.

Los bomberos descendieron con sogas y linternas, sus pasos resonando sobre el eco del río vacío. Encontraron al conductor consciente, sentado aún frente al volante, respirando con calma. “Estoy bien”, les dijo, con la serenidad de quien ha vivido suficientes curvas como para no asustarse de una más.
No hubo heridas, ni drama. Solo el murmullo del agua residual y el parpadeo de las torretas reflejadas en el cemento. Los peritos llegaron después, tomaron fotos, midieron, coordinaron el rescate del vehículo.

Cuando la grúa comenzó a subir el Chrysler, el sonido metálico se mezcló con el rumor de la ciudad nocturna. Arriba, la vida seguía: autos, luces, conversaciones. Abajo, quedaba la huella húmeda de un accidente sin tragedia, apenas una nota más en la sinfonía desordenada de Tijuana.







Comentarios